Saudade 9, mais un número da fraternidade

«—¿Le ayudan sus dioses a escribir? ¿Cuántos tiene?
—[…] Maimónides llamaba ángeles a los dioses y decía que nuestra imaginación es un ángel y nuestro intelecto es un querubín. ¿Qué duda puede caberme de la ayuda que me prestan estos dioses? Pero hay otros muchos —tengo, pues, muchos dioses, que son las diferentes manifestaciones de la unidad que a todo lo trasciende— y algunos de ellos son muy esquivos. Pero todos ayudan: unas veces a escribir, otras veces a no hacerlo, y lo más prudente en ambos casos es aceptar su ayuda.» (Ángel Crespo, El poeta y su invención. Galaxia Gutemberg, 2007)

«—¿Le ayudan sus dioses a escribir? ¿Cuántos tiene?
—[…] Maimónides llamaba ángeles a los dioses y decía que nuestra imaginación es un ángel y nuestro intelecto es un querubín. ¿Qué duda puede caberme de la ayuda que me prestan estos dioses? Pero hay otros muchos —tengo, pues, muchos dioses, que son las diferentes manifestaciones de la unidad que a todo lo trasciende— y algunos de ellos son muy esquivos. Pero todos ayudan: unas veces a escribir, otras veces a no hacerlo, y lo más prudente en ambos casos es aceptar su ayuda.» (Ángel Crespo, El poeta y su invención. Galaxia Gutemberg, 2007)

«—¿Le ayudan sus dioses a escribir? ¿Cuántos tiene?
—[…] Maimónides llamaba ángeles a los dioses y decía que nuestra imaginación es un ángel y nuestro intelecto es un querubín. ¿Qué duda puede caberme de la ayuda que me prestan estos dioses? Pero hay otros muchos —tengo, pues, muchos dioses, que son las diferentes manifestaciones de la unidad que a todo lo trasciende— y algunos de ellos son muy esquivos. Pero todos ayudan: unas veces a escribir, otras veces a no hacerlo, y lo más prudente en ambos casos es aceptar su ayuda.» (Ángel Crespo, El poeta y su invención. Galaxia Gutemberg, 2007)

«—¿Le ayudan sus dioses a escribir? ¿Cuántos tiene?
—[…] Maimónides llamaba ángeles a los dioses y decía que nuestra imaginación es un ángel y nuestro intelecto es un querubín. ¿Qué duda puede caberme de la ayuda que me prestan estos dioses? Pero hay otros muchos —tengo, pues, muchos dioses, que son las diferentes manifestaciones de la unidad que a todo lo trasciende— y algunos de ellos son muy esquivos. Pero todos ayudan: unas veces a escribir, otras veces a no hacerlo, y lo más prudente en ambos casos es aceptar su ayuda.» (Ángel Crespo, El poeta y su invención. Galaxia Gutemberg, 2007)

Graças por cantar ainda.

Três pessoas à procura de uma voz. Uma única voz, a propósito, é a procurada ou talvez -como diz um trovador do século XII, S. Francisco de Assis- a voz que nos procura.

Deixar-nos encontrar por essa palavra sem nome, eis toda essa arte de escuitar, de dançar, de dançar precisamente com a nossa própira morte. Porque no trabalho poético está envolvida a nossa morte. Claro, não me refiro à construção de uma metalinguagem (no melhor dos casos) que impacte, emocione ou fascine (no melhor dos casos) ou adoutrine -e sei para quem isso é lícito- mas eu falo na arte, na cultura ao serviço dessa palavra hoje absolutamente proibida: o amor. Ora, não falo apenas no amor romântico.

E sei que, precisamente, essa viagem, esse combate, no encontro do amor fundador, esse graal metaforizado no medievo, não é uma proposta nova, mais bem é a demanda universal e pluralíssima da humanidade, tão antiga como ela mesma -talvez anterior.

O encontro desse vaso, desse vinho, que não se vende nem se compra tem a ver com a procelosa tarefa de fazer(-se) poemas. De resto deixo falar Pedro Eanes Solaz, que codificadamente, nos fala da incompreensão dos que tal loucura não amam

“bem sei eu quem nom diz leli
lelia doura
demo x’é que nom diz lelia
edoi lelia doura”

Graças por cantar ainda.

Três pessoas à procura de uma voz. Uma única voz, a propósito, é a procurada ou talvez -como diz um trovador do século XII, S. Francisco de Assis- a voz que nos procura.

Deixar-nos encontrar por essa palavra sem nome, eis toda essa arte de escuitar, de dançar, de dançar precisamente com a nossa própira morte. Porque no trabalho poético está envolvida a nossa morte. Claro, não me refiro à construção de uma metalinguagem (no melhor dos casos) que impacte, emocione ou fascine (no melhor dos casos) ou adoutrine -e sei para quem isso é lícito- mas eu falo na arte, na cultura ao serviço dessa palavra hoje absolutamente proibida: o amor. Ora, não falo apenas no amor romântico.

E sei que, precisamente, essa viagem, esse combate, no encontro do amor fundador, esse graal metaforizado no medievo, não é uma proposta nova, mais bem é a demanda universal e pluralíssima da humanidade, tão antiga como ela mesma -talvez anterior.

O encontro desse vaso, desse vinho, que não se vende nem se compra tem a ver com a procelosa tarefa de fazer(-se) poemas. De resto deixo falar Pedro Eanes Solaz, que codificadamente, nos fala da incompreensão dos que tal loucura não amam

“bem sei eu quem nom diz leli
lelia doura
demo x’é que nom diz lelia
edoi lelia doura”