A acción desta peza teatral transcorre no al-Ándalus do século XI, durante o reinado dun Al-Mutasim acosado polos reis musulmanos viciños así como por un Afonso VI que afianzaba o poder cristiano pola Spania adiante desde a solidez político-militar dunha dinastía galaica tan arraigada na época como ocultada pola historiografía española. Mais a perspicaz Catherine François non cae nos erros de tantos e representa un Al-Mutasim que trata o rei cristiano de “perro gallego”:
“Dicen que los hombres son como los árboles, que se parecen en su forma de crecer y se distinguen por la calidad de los frutos que dan. Tras matar al enviado del rey Alfonso, el rey Al-Mutamid se ha tenido que someter a sus exigencias. Su audacia ha avivado contra todos nosotros la cólera del Perro Gallego que envía a sus tropas a sembrar el pánico hasta las puertas de Almería. El árbol que se eleva por encima de los demás es partido por el rayo y, en su caída, incendia el campo entero. Llegará el día en que nadie que permanezca en su patria podrá esperar más que ruina y destrucción” (p. 30)
As intrigas da guerra mestúranse coa poesía e a filosofía en palacios e campamentos militares:
“¿Por qué habría de apoderarme de Granada si los barcos vienen a nuestras orillas a descargar tesoros de países lejanos” (p. 16).
Nas conversas entre as personaxes descríbense as campañas gañadas e perdidas:
“Tus palabras me alivian en este día de derrota -dille o rei ao poeta Ibn Al-Haddad, literalmente tocaio meu por canto significa o seu nome “Fillo do Ferreiro”- El rey de Granada acaba de arrebatarnos una fortaleza. No pocas veces me he dicho: si no puedo conservar la tierra de mi padre, ¿qué bienes podré dejar a mis hijos cuando abandone este mundo?” (p. 20). Reparen, noutra orde de cousas, nesta última frase e no valor que toma se a aplicamos hoxe á lingua galega.
Así como os problemas políticos e as estratexias necesarias para defender o territorio durante nove anos que terminan cos almorábides a punto de tomar Almería e a morte de Al-Mutasim no seu palacio envenenado pola tristeza da perda:
“Traedme agua pura, se acabaron en vino y sus quimeras. Ahora sé que renunciando a lo mejor hallamos lo sublime, que era la causa de nuestra sed. De ahora en adelante el placer me hallará junto a la fuente clara que sacia los espíritos sedientos de pureza. (Vacía la copa en el suelo).” (p. 58)
En todo momento os discursos dos reis e altos mandatarios son acompañados de argumentacións filosóficas e poemas delicados na forma e penetrantes no contido (p. 32: “La gloria en este mundo es un lujoso manto / de cenefas doradas gastadas por el uso”), nos que demostra François unha destreza na emulación dos diálogos árabes tan verosímil á conseguida para o ámbito chinés no xa comentado Caminos bajo el agua; mesmo me atrevería a dicir que, por momentos, algunhas intervencións como as do “Asceta” lembran a implacabilidade sapiencial dun Fuso Negro e a lingua áurea de Valle-Inclán nas Comedias bárbaras:
“El hombre es la única criatura capaz de concebir la nada y el absoluto, el único que se siente atraído por lo que escapa a su entendimiento. Cuando el Señor de los Universos propuso la custodia de los secretos a los Cielos, a la Tierra, a las Montañas, todos, temblando de pavor, se negaron a asumirla y el hombre, en su inmensa locura, aceptó hacerse cargo” (p. 38).
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